Novela, historia y memoria del levantamiento tzotzil de 1869

15.05.2019

Dr. Vladimir González Roblero  


Este libro ha sido otros libros y otros textos. Lo ha sido por varias razones, todas atentas a su tiempo. Como palimpsesto, lo he reescrito muchas veces desde su concepción hasta ahora que se publica en papel, como a continuación explicaré. El primer texto fue tesis de licenciatura en Historia. Se llamó Historia y ficción del levantamiento tzotzil de 1869. En aquél, preocupación inicial, fundamenté el análisis en el carácter narrativo de la historiografía, y consideraba la novela histórica como uno de tantos modos de escribir la historia, es decir, como un cuasi formato historiográfico. Algunas partes de la tesis se publicaron de manera independiente, como artículos o ensayos, según el caso. Tomé mucha información para publicar un artículo sobre el modo en que se construyen las identidades sociales, a partir de la información periodística que recogí en el Archivo Histórico de Chiapas. También tomé lo dicho sobre la novela Florinda, de Paniagua y lo publiqué como ensayo. Alguna parte sobre la novela chiapaneca y sus modos de representar el conflicto social y la historia también me sirvió para una ponencia y después como ensayo publicado. Recientemente, en 2011, publiqué como libro buena parte del texto, salvo el capítulo teórico y algo del capítulo contextual, en una editorial europea de las que imprimen títulos bajo pedido. El libro se llamó Historia, romance y tragedia. La novelística del levanta- miento tzotzil de 1869.

Larga travesía de otros textos y otros libros de lo que ahora concluye en destino. Novela, historia y memoria mantiene la preocupación preponderante sobre la novela histórica, estrategias de representación e implicaciones ideológicas y discursivas del pasado. En este libro se analizan tres novelas que han recreado el levantamiento tzotzil de 1869: Florinda, de Flavio Paniagua; Oficio de tinieblas, de Rosario Castellanos, y Los confines de la utopía, de Alfredo Palacios Espinosa. Son tres novelas que hacen, cada una, lecturas distintas de la historia.

Me sirvieron teóricos de la historia como Paul Ricoeur y Hayden White, principalmente, quienes se han acercado al estudio de la historia a partir de conceptos de la teoría literaria. Sus argumentos se basan en que la historiografía es un artefacto literario.

Para White, los historiadores traman sus investigaciones del mismo modo en que los hacen los escritores de ficción: romance, tragedia y comedia. Por tanto, producen narraciones diferentes a partir de un mismo suceso histórico. Lo anterior no significa que la historiografía se reduzca a narrativa o discurso, ni que se olvide de sus referentes "reales" para acercarse al pasado. Sino simple- mente que de esos referentes reales se pueden escribir textos distintos, de acuerdo con la forma en que sean concebidos, o tramados, por el historiador.

La preocupación de Paul Ricoeur, por otro lado, es abogar por la narración en la historia. Ha dicho que a partir de la corriente de la escuela francesa dominante en la historiografía, los Annales, la narración se ha eclipsado. Su idea principal, como argumento a favor de la narración, es que historia y literatura comparten, como relato, una misma estructura narrativa: personajes, móvil, nudo argumental, clímax, desenlace, y sobre todo, trama. Se diferencian por sus pretensiones referenciales. El relato histórico persigue la "verdad", ausente en el relato literario. Me refiero a una pretensión de verdad científica.

Si bien es cierto que estas son preocupaciones de los historia- dores, y no de los novelistas, las ideas no dejan de dar luces sobre una posible aproximación al estudio de la novela histórica. Este es un género de la literatura que tiene como peculiaridad "usar" la historia y, en todo caso, comprender el pasado a través de la ficción. No quiero decir que los novelistas se conviertan ipso facto en historiadores. Pero comprenden, al igual que ellos, el pasado de distintas maneras. Es decir, producen narraciones diferentes de un mismo acontecimiento, incluyendo elementos ficticios que re- dimensionan dicha comprensión. Las tres novelas objeto de este libro se escribieron en contextos completamente distintos, y en esas condiciones pretendieron acercarse al levantamiento tzotzil: Florinda, a casi 20 años de los acontecimientos, con una visión del indio característica del siglo XIX, y también una concepción decimonónica de la historia; Oficio de tinieblas, en la mitad del siglo XX, en medio de una política definida del Estado hacia el indígena, y Los confines de la utopía, en los prolegómenos de la irrupción armada de 1994. Sin duda las circunstancias tienen algo que ver con el entramado de las narraciones.

También, vuelvo a las relecturas, he mirado que en el texto subyacen otros géneros discursivos que se han acercado al levantamiento tzotzil de 1869, tema que los convoca. Éstos no apa- recen con la debida ni misma atención que presté a las novelas. Es así porque en el proyecto original solamente sirvió para mencionar otras formas discurso histórico. Aquí, sin menospreciarlas, han sido coladas para dar cuenta, sólo eso, de la historia y la memoria sobre el levantamiento tzotzil.  

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